sábado, 11 de julio de 2009

Precopeo en Pekín.


Una semana después de llegar a Australia por fin me siento delante del ordenador a escribir el blog que tanto había prometido.

Sé que este principio va a ser bastante complicado, porque ha sido una semana intensa y por lo tanto hay muchas cosas e historias que contar y el tiempo no es algo que sobre en estas situaciones.

Antes de nada explico mi historia (sé que habrá lectores que no me conozcan de nada): soy un estudiante de Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Madrid y hace unos meses me confirmaron una beca en un programa de intercambio con la Monash University de Melbourne (Australia) para un año completo. Así que este blog lo podemos considerar tanto como un cuaderno de bitácora como una forma de comunicación con la gente de España.

El viaje comenzó el día 29 de Junio de 2009, con un vuelo Madrid-Pekín de 11 horas y media con Air China. Se hizo menos pesado de lo que pensé que iba a ser, iba con los otros dos estudiantes de mi universidad que también habían recibido la beca, Teto y Bea, así que nos pasamos todo el viaje hablando, conociéndonos, escuchando música y a ratos durmiendo. Salimos de Madrid a las 13.30 y llegamos a Pekín a las 07.30, ambas horas locales.

En un principio Pekín me dejó bastante desconcertado. En el trayecto desde el aeropuerto al hotel sólo veíamos jardines, edificios muy modernos, y coches y más coches y esto no es para nada lo que me esperaba. Me resultó una ciudad muy verde, bastante agradable para recorrerla y sobre todo muy viva. La gente hace más vida en la calle que en sus casas. Siempre hay gente por las calles hablando, fumando, durmiendo o simplemente sentados contemplando a los transeúntes. La única pega que le encontré en la primera toma de contacto fue que era imposible permanecer al sol durante unos segundos seguidos… el sol caía sin piedad y hacía un bochorno horrible. Lo más curioso de todo es que un amigo que fue justo cuando me iba yo (Tony) me ha dicho que el apenas pudo ver la luz del sol a causa de al contaminación… supongo que irá por rachas.

Tuvimos 5 días para conocer la ciudad, y lo hicimos de la forma que a mí más me gusta: sin planificación ninguna. Vimos Tiananmen (ya os enseñaré una panorámica cojonuda que hice de la plaza) aunque con mucho calor (era el primer día) así que no la disfrutamos tanto como nos habría gustado. Estuvimos en La Ciudad Prohibida, que es monstruosamente enorme, pero muy muy bonita y además interesante. Contratamos un guía, Jimmy, muy majete que hablaba un inglés muy raro y que además se las tiraba que no veas (“I’m professional photographer…”) pero que nos explicó todo lo de la ciudad prohibida muy muy bien. En el Templo del Cielo pasamos una tarde, pero no pudimos entrar porque llegamos en a unas horas en las que sólo se podían visitar los jardines… pero muy muy bonitos. El Palacio de verano también es impresionante, lleno de turistas, pero es enoooorme, lleno de edificios super bien conservados, de jardincitos, un lago gigantesco… ya os pondré fotos. Creo que de todo lo que vimos lo que más me gustó fue la muralla china. Ese viaje fue bastante curioso. Después de negociar con un taxista bastante extraño, pero majete (hablaba inglés!) conseguimos que por un precio bastante bueno (40 euros entre los tres) nos hiciese de chofer durante todo el día: desde Pekín hasta la muralla china (1 hora y media más o menos), luego nos llevamos a las Tumbas Ming (nada interesante) y después de vuelta a Pekín. La única pega que le ve a la muralla china es que estaba completamente atestada de turistas (muy pocos occidentales, casi todos chinos) pero a mi me pareció sobrecogedora. Si recorres uno de los tramos más elevados, puedes seguir la construcción con la vista, serpenteando por las montañas hasta el horizonte. Enooorme. Lo de los turistas era muy incómodo pero a la vez gracioso porque la inmensa mayoría de ellos jamás habían visto a alguien no-chino, así que Teto y yo descubrimos que siente Brad Pitt cuando va a comprar el pan. La gente nos preguntaba continuamente si se podían hacer fotos con nosotros… al principio era bastante raro, pero luego le vas encontrando la gracia. Al final te cansas…

Otra de las cosas que más me gustó de Pekín fue la comida. Intentamos alejarnos de restaurantes occidentales o para turistas y nos fue bastante bien (Teto y Bea no opinan exactamente como yo). La mejor forma de saber si estás en un restaurante “chino” de verdad es comprobar si tienen cubiertos. Si no tienen tenedor y cuchillo es de los que me gustan. Lo cierto es que en cinco días conseguí un admirable dominio de los palillos (creo que ahora me gusta más tomar el arroz con palillos que con tenedor…). Estuvimos en un coreano (ese sí que fue bastante malo) porque el tema del picante es otro rollo para ellos. Al lado del hotel había un sitio bastante molón en el que tenías en cada mesa una parrilla y una campana para el humo así que te traían la carne cruda y la cocinabas tú (un puntazo) y además el arroz con huevo estaba bruuuutal. Otro día en un restaurante bastante extraño un poco más al sur de la ciudad pedimos (como siempre, sin saber que estábamos pidiendo) un plato monstruosamente enorme de pollo patatas y verduras con una salsa de soja y algo que picaba una barbaridad. A mi me encantó, pero a Teto y Bea tampoco mucho… tuvieron que pedir pan para poder digerir el picante, pero resultó que el pan picaba más (sorpresa). Uno de los que más me gustó fue en un Hutong (típico barrio de la clase obrera de Pekín donde ves como vive la gente de verdad), en un restaurante que era como una casa y nadie comprendía nada en otro idioma que no fuese chino. Creo que todavía no lo he dicho (o quizás sí, porque estoy escribiendo esta parrafada en ratos libres de diferentes días y no recuerdo lo que puse ayer…) pero en Pekín prácticamente nadie habla inglés. O al menos nadie fuera del circuito turístico, así que en muchas ocasiones, especialmente en bares y restaurantes tienes que pedir las cosas montando un espectáculo de luces y sonidos (por gestos, coño) para que te entiendan.

Y después de contaros lo que vi y eso pasemos a las noches. En cinco días y sin conocer a nadie no nos dio tiempo a ver mucho, pero lo pasamos genial. La primera noche decidimos ir a un bar que ponía en una guía que un colega de Teto le había hecho en plan artesanal. El garito en cuestión se llamaba “Bed” y era un hutong rehabilitado de la hostia. Tenía se patio para estar al aire libre, salas con algo así como camas (y aire acondicionado) y una música rollo chill-out bastante molona. Tenían tapas así que decidimos probas a ver que tal les salía la tortilla española… y el caso es que alguien les debió mentir sobre la receta porque le habían echado un huevo de ajo. En este sitio nos agarramos una buena cogorza (y si no recuerdo mal era la noche de antes de ver la muralla china). Acabamos cerrando el hutong al más puro estilo español (dando abrazos a los camareros, tirando copas, y pidiendo que nos hiciesen un cd con la música (pero no tenían ordenador…). El taxista también acabó hasta la polla de nosotros, íbamos cantando y repitiendo sin parar las cuatro palabras que sabemos en chino (Hola, gracias, Pekín es grande, tu eres pequeño, cerveza licor de mora) y cuando pasamos por delante de un McDonalds (allí abren 24h) le dijimos la palabra mágica (mira Luli, estoy aprendiendo más chino :D) too laa, que significa para. A poco estuvimos de comernos el cristal.

Otra noche nos unimos a un grupo de estudiantes internacionales que había en la ciudad. Teto conocía a una española del grupo y acabamos con unos cuantos franceses borrachos. El sitio estaba a tomar por culo de nuestro hotel, pero molaba bastante. Cerveza barata y chupitos cada 5 segundos porque las bolingas españolas sólo bebían chupitos… pues una cogorza del quince. Yo estaba de casquera con un francés Carlo, bastante majete que vivía en Hong Kong desde hacía mil años pero que hablaba español (no me preguntéis por qué) y le dio por jugar a una juego bastante extraño pero molón. Es una especie de tabla alargada. En cada extremo se ponían seis vasos con cerveza y cada equipo tenía que tirar una bola de ping-pong y meterla en los vasos del equipo contrario para que se los bebieran. Parece sencillo, pero había vente mil normas sobre qué ocurre si la pelota bota, si metes canasta, si la coges al vuelo, si la coges después de un bote… y encima íbamos bastante borrachines. Pues al día siguiente decidimos ir otra vez al bar este, que había competición del juego de las bolitas de ping-pong (los franceses nos pegaron una paliza en toda regla) nos embolingamos bien y luego nos fuimos a la típica discoteca donde los mafiosos van a solucionar sus problemas mientras escuchan RnB. En plan bar de lujo, bastante curioso el sitio. Yo llegué sin saber muy bien como, sólo entre todos los franceses y Marta, una española con un sentido del humor cojonudo. Y allí nos tiramos bailando, haciendo el gamba y siendo expulsados del podium por el segurata un número indefinido de veces hasta las 6 de la mañana (hora en que tocó una sesión de McDonalds :p). Esa noche fue legendaria, nos reímos mucho.

Esa misma mañana, después de la discoteca, tocó hacer maleta, correr al aeropuerto, aguantar controles y controles de seguridad, y acabar llegando los últimos a la puerta de embarque con una chinita diciendo por megafonía: Your attention please, last call to Mr. Gomez, Mr. Manzanares and Ms. Pizarro… así que por poco perdemos un vuelo de 14 horas desde Pekín hasta Melbourne pasando por Shangai.

El vuelo bien. Nerviosos, ya que nos dirigíamos a la ciudad que va a ser nuestro hogar durante el próximo año y además un viejete australiano que se sentaba al lado de Bea nos asustó bastante porque no le entendíamos una mierda.

La llegada a Melbourne ya os la contaré, que ya estoy un poco cansado de escribir…

Un abrazo enorme a todos, felicidades de Celio, a Lidya a Nader y… creo que ya.



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